Ansiedad Generalizada
No somos ajenos al estrés. Es muy probable que todos lo hayamos experimentado alguna vez. A veces o en ciertos casos con mayor frecuencia. Al estar bajo presión es común experimentar tensión en el cuello, dolor de espalda y la sensación de siempre estar abrumado. Aunque el estrés no es peligroso ni malo si se gestiona correctamente, puede traer algunos efectos adversos a nuestro cuerpo y nuestra mente si no se sabe controlar.
Nuestro cuerpo es infinitamente sabio e inteligente. Está ahí para servirnos, para ayudarnos, para hacernos la vida más fácil. No es nuestro enemigo en ningún sentido. Al contrario, es nuestro mejor amigo, aquel que soporta todas las negligencias que llegamos a cometer, la falta de atención, la explotación, el maltrato y hasta el abuso que podemos llegar a generarle.
El cuerpo es un comunicador experto de nuestras emociones, un termómetro exacto del ambiente emocional en el que estamos. Es también una alarma precisa de cuando nos percibimos en peligro. Y es el mejor agente de seguridad que podemos contratar, pues es capaz de activar en un microsegundo todas las estrategias necesarias para hacerle frente a ese riesgo y así mantenernos con vida.
Por otro lado, es nuestro cuerpo, desde nuestra piel hasta nuestros órganos internos, el que nos permite conocer y experimentar la vida en todos sus sentidos, así como relacionarnos con los demás y con la naturaleza misma.
Desafortunadamente, hemos perdido el respeto que antes le teníamos a nuestro cuerpo y hemos olvidado lo valiosa que es la información de la cual nos provee, principalmente aquella sobre lo que está pasando dentro de nosotros.
La tensión muscular que acumulamos en el cuerpo se debe a nuestra respuesta de lucha o huida. El cuerpo reacciona de forma natural al estrés tensando los músculos, aumentando nuestra fuerza y velocidad para que podamos huir de una amenaza o defendernos de un ataque físico. Esto suele denominarse como “reacción de lucha o huida” de nuestro sistema nervioso.
Sin embargo, cuando este estado se vuelve crónico (es decir, persistente en lugar de temporal), provoca un exceso de tensión muscular que causa dolor en el cuello, los hombros y la espalda, e incluso dolores de cabeza (las famosas cefaleas tensionales).
Los músculos tensos también tienen un impacto en el pensamiento, ya que aumentan los niveles de ansiedad y eso hace que estemos más inquietos e irritables, ¡algo que nadie quiere!
Aunque hay muchas razones por las que la gente sufre demasiado estrés, ya sea en el trabajo, en casa o en su vida personal, la mayoría de nosotros no nos detenemos a pensar en la tensión que vamos acumulando.
Resumiendo, acumulamos tensión porque nuestro cuerpo quiere protegernos de nuestro propio descuido, y lo hace mandándonos el mensaje de que nos estamos estresando demasiado, que llevamos mucho tiempo pensando en el pasado o futuro, que no hemos procesado o sacado nuestros enojos, que no le hemos dado lo que necesita en términos de descanso, en fin, que de alguna u otra manera nos estamos descuidando y ya es momento de ponernos atención a nosotros mismos.
Por lo tanto es esencial que aprendamos a escuchar y cuidar de nuestro cuerpo, porque constantemente nos está enviando mensajes. Una vez que reconozcamos lo valiosas que son estas señales, tomar las medidas para relajarnos será mucho más fácil. Y esto no sólo mejorará nuestro estado mental, sino que también nos ayudará a aliviar cualquier malestar físico relacionado con la fatiga muscular.
La tensión aumenta cuando pasas por alto las pequeñas incomodidades y sigues haciendo lo mismo. Pasa el tiempo y llega un momento en que el dolor es tan fuerte que tienes que pedir ayuda profesional.
Aquí te damos algunos ejemplos prácticos:
Además de los sentimientos de miedo y preocupación característicos de la ansiedad, estos suelen ir acompañados de síntomas físicos, entre ellos la tensión muscular.
La respuesta de lucha o huida desencadena una respuesta de tensión: los músculos se tensan porque así preparan al cuerpo para reaccionar, y una vez que la situación estresante ha desaparecido se vuelven a relajar.
Se trata de una reacción refleja para protegernos y en realidad no es dañina, excepto cuando el estrés se convierte en un estado crónico y llega a niveles de ansiedad. En ese caso los músculos jamás se relajan, sino que se mantienen en un estado de tensión constante.
También existe una interesante conexión entre los patrones de pensamiento y las sensaciones corporales. Porque si estás pensando que algunos de tus músculos están tensos, poco a poco empezarás a sentir mayor tensión en el resto de tu cuerpo. Por otro lado, si piensas que la tensión “va a desaparecer”, puede ser que ésta empiece a disminuir.
Estos dos ejemplos muestran cómo la ansiedad puede afectar a la salud mental y física a la vez. Por eso mismo deberías hacer todo lo posible por reducir los niveles de estrés y así, con el paso del tiempo, no tener demasiado cortisol acumulado en tu sistema.
También es común que durante un ataque de pánico aumente la tensión muscular, ya que intentamos combatir las sensaciones físicas y los pensamientos catastróficos del momento generando más resistencia, lucha y control sobre nosotros mismos, entonces, al no permitirnos sentir, solo hará que la tensión interna y la respuesta de miedo crezca, nuevamente entrando en el círculo vicioso de tensión.
Además, las hormonas del estrés, como el cortisol, tienden a desencadenar otras reacciones físicas que aumentan la ansiedad, como la aceleración del ritmo cardíaco y la dificultad para concentrarse, lo que facilita sentirse fuera de control o abrumado.
La tensión muscular se acumula normalmente en el cuello, los hombros y la espalda. Esto se debe a que pasamos mucho tiempo sentados, encorvados sobre escritorios o al teléfono. Cuando nos sentamos durante periodos prolongados con una postura inadecuada puede producirse una tensión en estas zonas que acabe provocando dolor y molestias crónicas.
La tensión suele acumularse por los movimientos repetitivos, como teclear o conducir, que la gente realiza sin pensar en su postura, lo que aumenta la probabilidad de que la tensión muscular se acumule en todo el cuerpo en lugar de una sola zona.
La tensión muscular también nos puede ocasionar una sensación de falta de aire. Si la tensión se ha acumulado en la parte superior del cuerpo puede oprimir la cavidad torácica y dificultar la respiración profunda, lo cual repercute en la cantidad de oxígeno que llega a nuestro torrente sanguíneo y que es esencial para darnos suficiente energía y estar alerta a lo largo del día.
La falta de aire también contribuye a generar o aumentar la sensación de ansiedad, porque empezamos a preocuparnos por nuestra respiración o por tener un ataque de pánico. Cuando esto se convierte en algo crónico, muchas personas experimentan una sensación persistente de falta de aire aunque no haya ningún motivo de preocupación, como cuando hacen ejercicio o esfuerzo.
La falta de aire también puede ser un síntoma de hiperventilación relacionada con la ansiedad, que es cuando las personas respiran demasiado profunda y rápidamente para compensar la sensación de tensión muscular en la cavidad torácica. Puede que ni siquiera se den cuenta de que esto sucede, ya que suele ocurrir en momentos en los que están estresados, por lo que cuando sienten que les falta el aire ya ha pasado algún tiempo y se ha convertido en un hábito.
Cuando esto ocurre repetidamente a lo largo del día hace que sean más frecuentes otros síntomas, por ejemplo el cansancio, la irritabilidad y la dificultad de concentración.
Experimentar episodios frecuentes en los que nos cuesta respirar profundamente puede activar nuestro sistema nervioso, por lo que la relación entre la tensión muscular y la falta de aire se vuelve cíclica si no se trata.
Las técnicas de relajación, los ejercicios de respiración y los estiramientos suaves pueden ser un buen comienzo para mejorar la salud y el bienestar. Identificar formas de sentirte más tranquilo, más feliz y menos estresado o ansioso te ayudará a controlar la tensión muscular.
Lo primero que debes tener en cuenta es que tu cuerpo te dirá cuándo necesita atención. El problema es que normalmente ignoramos estas señales.
Cuanto más tenso y estresado te sientas, menos capaz serás de identificar los mensajes que envían tus músculos; por eso es importante no sólo que te relajes, sino también que aprendas a relajarte en cualquier momento si es necesario.
Empieza por observar tu cuerpo y date cuenta del momento exacto en el que empiezas a tensarlo, para que ahí intentes relajarte, respirando profundo y soltando tus músculos.
Genera los cambios internos que necesites para tener tu mente y tus emociones en paz, así los resultados se verán reflejados en el exterior.
De igual manera, te recomendamos una técnica de relajación que sirve para no generar estados de tensión altos durante el día. Puedes tomarlo como una rutina de autocuidado.
Aquí te presentamos algunas técnicas de relajación que puedes poner en práctica en cualquier momento y en cualquier lugar, las cuales te ayudarán a disminuir el estrés, la ansiedad y, por lo tanto, la tensión corporal.
Otra de las cosas que te podemos recomendar es liberar la tensión con ayuda de la fisioterapia. Un cuerpo y una mente relajados es justo lo que necesitamos, pero nuestros músculos simplemente se negarán a relajarse si no les damos la oportunidad de liberar esa tensión con algún tipo de tratamiento terapéutico.
Si lo piensas, la acumulación de estas tensiones en los músculos sólo tiene sentido porque siempre tendemos a mantenernos ocupados en momentos de estrés o ansiedad, tanto que incluso después de todas esas horas de trabajo o estudio (o ambas cosas), al terminar el día todavía nos queda suficiente energía para sentarnos sin hacer nada y dejar que todo se vaya.
Pero, ¿por qué la fisioterapia? Bueno, en primer lugar porque hay muchos tipos de tratamientos y seguro que encontrarás el mejor para ti. Algunas de las terapias más comunes son los masajes, los ejercicios de estiramiento o la terapia de calor.
Además, la fisioterapia también puede ser útil para restablecer nuestros niveles de energía y ayudarnos a recuperar tanto la claridad mental como la fuerza física después de un largo periodo de estrés.
¡Anímate a buscar otras opciones para relajarte!
Si en tu interior hay preocupaciones, enojos o descuido, también habrá tensión. Y esa es la causa real del desajuste y desequilibrio que más adelante ocasiona enfermedades y demás dolencias.
Si has pasado por momentos de tensión prolongada, es importante que le des a tu cuerpo sesiones de relajación continuas para restablecer el equilibrio natural de tu cuerpo. Pues ten en cuenta que tu cuerpo tiene memoria y, a pesar de que desaparezca lo que te estresa o genera peligro, tiende a mantener ese estado de alerta y tensión, a menos de que te dediques a relajarlo conscientemente.
Antes de despedirnos, queremos recordarte que toda la información que aquí te compartimos, así como los ejercicios que te sugerimos, no sustituyen lo que es una terapia psicológica o un diagnóstico. Por lo que te invitamos a buscar ayuda profesional para encontrar la guía adecuada.
Colaboradores: Mary Florez y María Milagros