Proteger es asegurarnos de que el niño tenga nuestro apoyo y le brindemos la ayuda que necesita para enfrentar los retos de la vida. Con miras a que aprenda y desarrolle habilidades, para que en un futuro pueda darse ese apoyo a sí mismo, sepa medir riesgos, resuelva problemas y haga negociaciones aún cuando nosotros no estemos cerca de él.
Un niño pequeño necesita que hagamos muchas funciones por él, ya que aún no cuenta con las capacidades necesarias ni se ha desarrollado lo suficiente, para llevar a cabo algunas tareas; depende de nuestras habilidades para resolver los asuntos prácticos de la vida y de que le compartamos y enseñemos nuestra habilidad para tranquilizarnos y entrar en calma.
Cuando llega cierta edad en que ya tiene la madurez suficiente para hacer las cosas por sí mismo y nosotros seguimos haciendo esas funciones por él es cuando decimos que estamos sobreprotegiendo. El niño sigue dependiendo de nuestra habilidad para resolver sus problemas y lo rescatamos de los retos propios de su edad.
Generalmente hacemos estas funciones con la intención de prevenir el sufrimiento, pero en realidad lo que prevenimos es que nuestro hijo desarrolle sus habilidades.
Sobreprotege invita a la preocupación, angustia y miedo tanto en el niño como en el adulto, pues se vive con la sensación de querer tener controlado todo lo que sucede alrededor del niño porque pensamos que él solo no va poder.
Esto es pesadísimo para los adultos, en una tarea agotadora y se suele vivir con mucha angustia y cansancio. De hecho esta es una de las señales para darnos cuenta de que estamos sobreprotegiendo.
También es injusto y poco efectivo para el niño, ya que esta actitud lo deja desprotegido frente a las situaciones prácticas de la vida ya que no tiene oportunidad para desarrollar sus habilidades ni recibe mensajes que validen su capacidad e incrementen su seguridad.
Cuando hablo de este tema con las familias, es común escuchar que tienen la intención de “soltarlo” o sea dejar de sobreprotegerlo cuando lo vean más seguro y los convenzan de que ya no los necesita tanto. Pero justo esta es la trampa: el niño no va a mandar señales de confianza y seguridad si lo que absorbe de su ambiente son mensajes que le dicen: “tú no puedes solo”, “el mundo es peligro”, “creo que no tienes la capacidad de hacerlo”. Claro que no lo decimos en esas palabras, más bien los mensajes son:
Todas esas acciones que le resuelven la vida cuando el niño ya puede hacerlas por sí mismo nos hablan de sobreprotección.
Te invito a observar a tu hijo, y antes de que metas tus manos para resolver sus asuntos o salvarlo de situaciones cotidianas que todo niño vive por que son parte de la vida te preguntes:
Finalmente la invitación es que seas el guía que le enseñe el cómo hacer las cosas, el cómo se resuelven los problemas y el cómo se levanta uno de intentos fallidos. Tu labor es enseñar cómo, no hacerlo por él.