Existe una relación entre ser amable y ansioso.
Paso seguido…les dijo que era muy probable que todas esas personas sufrieran de ansiedad, o bien, tuvieran las características necesarias para algún día padecer de ella.
Y esto es…porque la mayoría de las personas que consideramos “amables”, tendemos a poner las necesidades de los demás por encima de las nuestras. ¿Y en palabras prácticas qué significa esto?
Básicamente que te preocupas más por hacer feliz a los demás que a tí mismo, que te preocupas por lo que pensarán los demás de ti si haces o dices “equis cosa”, que te preocupas por mantener la fiesta en paz con todo el mundo y te sientes incómodo si alguien está insatisfecho y buscas de todas las maneras posibles para que esté a gusto y tranquilo.
Significa que puede ser que antes de decir lo que piensas, te dedicas a ver qué piensan los demás y cómo darles gusto, significa que probablemente aplaces necesidades físicas como ir al baño, comer o dormir… por prestarle atención a lo que los demás necesitan o te piden: significa que muchas veces te enojas con alguien, y no te atreves a expresarlo por miedo a que piense que eres mala onda, payaso, sangrón… o por miedo a que te deje y te abandone.
¿Y todo esto qué tiene que ver con la ansiedad?
Que cuando dejas de ver por tus necesidades, tanto físicas como emocionales, tu cuerpo reacciona tensándose, y a la larga… ese pequeño estrés de las cosas pequeñas que vas aplazando o haciendo a un lado que necesitas…se va haciendo mas grande, se va llenando ese vaso de agua… hasta que de repente explota, y te da ansiedad o ataques de pánico.
Cuando no te atreves a decir lo que piensas, expresar molestias, irte de ese lugar en el que no quieres estar, e irte a hacer lo que realmente quieres hacer y estar con quien realmente quieres estar, tu cuerpo esta en un constante estrés, pues de cierta forma estás corriendo peligro al no escucharte a tí mismo.
Mi invitación
¡hazte caso! ¡escúchate!!! ¡consciéntete!!!
Ve por tus necesidades, di lo que piensas, pide lo que necesitas, atrévete a decir que no cuando no quieras hacer algo… y verás que retomarás esa fortaleza interior que a veces parece haberse ido de vacaciones.
Cuando te escuches en el día a día, en esos pequeños detalles y momentos.. podrás acceder a escuchar lo que en el fondo de tu corazón y de tu alma quieres, la confusión y la incertidumbre se irán… y podrás encontrar la manera de sí ayudar a los demás, de sí ser empático y buena onda con los demás, pero siempre y cuando primero, sepas hacerlo contigo mismo.
Me parece que aquí viene mucho al caso lo que nos dijo Jesús, ama a los demás como a ti mismo. ¿Cómo amas a los demás? bien, pues así: ámate primero a ti mismo, pregúntate tú qué quieres, qué opinas al respecto, tu qué piensas que es la mejor opción… y a esas respuestas que llegues, escúchalas y hazles caso, tu eres tu propio maestro, es cuestión de tener la intención de escucharte y comprobar por ti mismo tu propia sabiduría.
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