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¿Esperas salir de la ansiedad para empezar a disfrutar?

En este post te quiero compartir cómo abrirte al disfrute aún sintiendo ansiedad.

Ansiedad generalizada

La ansiedad puede convertirse en tu foco de atención, tanto que es probable que casi no recuerdes cómo era tu vida antes de que apareciera y te resulte complicado imaginar un futuro sin ella. En este post te quiero compartir cómo abrirte al disfrute aún sintiendo ansiedad.

Recuerdo cuando empecé a investigar sobre la visualización y su poder, me esforzaba tanto en visualizarme feliz, plena y contenta que al no llegar a conectar genuinamente con aquellas sensaciones lo que conseguía era frustrarme, agotarme y concluir que eso no era para mi, pero activando la paciencia y la constancia, decidí continuar con la práctica y pude re concluir que no es que no fuera para mi o que lo estuviera haciendo mal, sino que no me acordaba cómo era sentirme sin ansiedad. En ese momento, se me abrió la caja de pandora, y pude recordar cómo se sentía: recordé que no tengo por qué vivir en constante alerta, que la vida no es una carrera para alcanzar una meta y que era perfectamente capaz de sentirme feliz y disfrutar. Puede que, hasta ese momento me refugiase en una especie de resignación dentro de mi zona confort, donde no me sentía mal, aunque tampoco bien, pero el conectar con esas sensaciones fue lo que terminó de motivarme a dejar atrás la experiencia con la ansiedad, agradecerle sus aprendizajes y empezar una nueva etapa.

¿Recuerdas cómo se siente?

En el momento en el que pude recordar y comprobar que si podía sentirme de otra forma, me pregunté por qué me había olvidado y ésta vez, sin castigarme y con una actitud más abierta, pude darme cuenta de que cuando estamos ante “un peligro” nuestra atención está puesta en la supervivencia y siendo así, aunque no fuesen peligros reales… ¿cómo iba a permitirme disfrutar si vivía en una constante alerta?

Por otro lado, desde chica, vi el disfrute como algo secundario: “puedes jugar, pero antes termina los deberes”, “si no te terminas toda la comida te quedarás sin postre”, “si no te portas bien, no puedes ir a la fiesta de tu amiga” Era, como la guinda del pastel, una recompensa a tu esfuerzo y obediencia, que si no cumplías con tus obligaciones, no te la podías comer.

De esa manera, me fui llenando de “deberías” para que al cumplirlos, pudiera sentirme merecedora de esa guinda del pastel, de ese premio tan anhelado. Pero para mi sorpresa, cuantas más obligaciones iba cumpliendo, más iban saliendo, era una especie de spring en el que la meta era otro obstáculo que saltar y el premio se convertía en otra obligación que cumplir, no me permitía “salirme del tiesto” tan sólo corría de “obligación en obligación”.

¿Qué necesitas para disfrutar?

Por mi parte, el disfrutar era algo que dejaba para las vacaciones o para cuando surgiese un gran plan: como un evento, un viaje, un concierto…reconozco que tenía las expectativas bastante altas de lo que necesitaba para poder disfrutar.

De esta manera, el recorrido que tenía que hacer para conectar con el placer estaba señalado en un calendario y aunque, diariamente podía tener momentos de tranquilidad y placer no los valoraba porque no lo tenía agendado.

Con la llegada de la ansiedad, iba tachando de mi agenda aquellos planes en los que creía que la diversión estaba asegurada, “no tenía tiempo” de conectar con lo que realmente me gustaba, quería conocer todo acerca de lo que me pasaba, todos los por qué y para qué, las razones, quería analizar punto por punto para poder llegar a la solución. No sólo realizaba los ejercicios que, en terapia me proponían, sino que el resto del día lo dedicaba a encontrar cuál era “mi fallo” dónde me había equivocado para poder enmendarlo y una vez reparado ya si sentirme merecedora de poder disfrutar.

Disfrutar no es un premio, es un derecho de todo ser humano.

Con el paso del tiempo y con los avances en terapia, fui descubriendo que yo no tenía ningún fallo, no había cometido ningún error y que, el proceso por el que estaba pasando, no requería de tanto análisis y estudio. Empecé a integrar que no necesito hacer nada para poder disfrutar y que el disfrute no es ningún premio, sino un derecho de todo ser humano.

¿Disfrutar con ansiedad?

Sé, que cuando tenemos sensaciones desagradables o pensamientos que nos asustan, lo que queremos es hacerlos desaparecer cuanto antes, pero, desde mi experiencia, tras intentarlo una y otra vez, poniendo toda mi energía en ello, me di cuenta de que no era por ahí el camino de salida.

Necesitaba aprender a estar en paz con lo que estaba sintiendo y empezar a entrenar mi atención  hacia otras sensaciones, otros pensamientos y otra realidad que, también estaba sucediendo.

Descubrí que sí, me surgían sensaciones y pensamientos, pero en dos ó 3 momentos al día, el resto, eran recuerdos, situaciones de otras personas que nada tenían que ver conmigo.

También pude darme cuenta de que, para nuestra mente, todo es urgente y que cuanto más me ponía a su disposición, más insaciable se volvía. Como dice mi amiga Marinela : “siempre habrá algo en el cesto de la ropa sucia”. Así que por mucho tiempo que invertía en finalizar pendientes, surgían otros nuevos, pero ya no necesitaba que todo fuese perfecto o no tener pendientes para poder disfrutar.

Por otra parte, pude integrar que no necesitaba hacer grandes cosas para poder disfrutar de mi momento presente, podía disfrutar de cosas cotidianas como: leer un libro, compartir momentos con mis seres queridos, tomarme un helado, mirar las nubes pasar…

Y por último, el no permitirme disfrutar era como una especie de “autocastigo” que me imponía por estar sintiendo ansiedad, así que, a la par que me iba perdonando, me iba abriendo a sentirme merecedora y a permitirme disfrutar sin tener que hacer nada “productivo” para lograrlo.

Pasos para conectar con el disfrute

Recuerda cómo es sentirse sin ansiedad

Una parte muy importante es que realmente puedas recordar cómo era sentirse sin ansiedad. Para ello puedes apoyarte de fotos o videos que te recuerden cómo te sentías en aquellas etapas donde sí superaste retos y disfrutabas. Sumérgete en aquel tiempo, conecta con cómo te sentías a través de los sentidos, ¿qué perfume usabas?, ¿con qué comida disfrutabas?, ¿qué música oías? Y si puedes, vuelve a oler ese perfume, a degustar tu plato favorito y a ponerte las canciones que te hacían bailar.

Visualízate

En vez de visualizarte en el futuro, hazlo como si de un recuerdo se tratase. A la mente le resulta mucho más sencillo recordar algo que ya pasó y experimentarlo, que crear algo nuevo. 

Conecta con tu imaginación

Normalmente, es en la infancia donde dejamos volar nuestra imaginación sin límites, nos permitimos soñar y dejamos salir nuestro verdadero ser. ¿Recuerdas qué películas te gustaban? ¿o qué libros te ayudaban a construir tu mundo? si es así, te invito a que les vuelvas a echar un vistazo, verás que lo que llevas dentro se empieza a despertar.

Respóndele a tu mente

Puede que surjan varios pensamientos como “no me puedo divertir, necesito resolver esto” a los que les puedes responder: “lo estoy resolviendo, estoy activando la confianza y el dejar ir en mi”

 

Mide tu nivel de disfrute

Si sientes que hasta ahora te has centrado más en las obligaciones que en el placer quizás, para equilibrar la balanza necesites poner más énfasis en el disfrute hasta que sientas que vas recuperando el equilibrio. Cuando éstos dos puntos entran en equilibrio las “obligaciones” dejan de cobrar tanto peso y puedes incluso encontrarles su punto.

En la obligación, encuentras tu confort

Aparentemente y en un principio, nos puede resultar más sencillo seguir unas normas preestablecidas que crear nuestros propios pasos. Sí, sé que suena raro, incluso cueste creerlo, a mi me costó. Pero cuando me di cuenta de que me refugiaba en mis obligaciones para no adentrarme en mi y descubrir qué me gustaba, pude agradecer a esa protección y  deshacerme poco a poco de ella para abrirme a experimentar.

Tómatelo como una inversión

Normalmente, en Desansiedad, nos tomamos vacaciones cada cierto tiempo. Cuando Fabi me lo propuso, no me lo podía creer: “desconectar del trabajo”, pero me dijo algo que a día de hoy sigo poniendo en práctica:

Tanto el disfrute como las vacaciones son inversiones que cada uno hace en sí mismo, para poder dar lo que mejor de ti, necesitas invertir en ti.

y… ¿qué mejor inversión que conectar con tus gustos y placeres para recargar las pilas y dejar que fluyan mejores ideas? 

Conclusión

La diversión no es ningún premio, no está reservada para “los mejores o para los que más se sacrifican” es un derecho y tú tienes ese derecho tanto como los demás. Así que ábrete a disfrutar, aún con ansiedad, aligérate de las obligaciones y de rutinas que no te llenan y ve incluyendo lo que te inspire y motive.

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