Este post aborda la idea de que la verdadera felicidad se encuentra dentro de nosotros, a través del autodescubrimiento y la conexión con nuestra esencia. Sostiene que la felicidad no depende de factores externos, sino de un estado de paz interior y aceptación de uno mismo, incluso en momentos difíciles.
Después de varias experiencias, vivencias y años. Es una pregunta para descubrirse en el camino y no creo que existan certezas absolutas. Hoy te puedo compartir un poco de la respuesta a la que mi propia experiencia me ha llevado.
Hoy pienso que la felicidad no se encuentra en donde nos dijeron, realmente es un camino de autodescubrimiento, de deshacernos de falsas ideas y de descubrir lo que trasciende más allá de ellas.
Creo que mucho de encontrar la felicidad radica en conocerte a ti mismo, en ir descubriendo lo que a ti te hace feliz, lo que realmente tú necesitas para estar en paz, yendo cada vez más profundo a necesidades reales y no tan superficiales.
Creo que la felicidad no se encuentra en el lugar en el que vives, aunque el ambiente sí puede influir mucho en tu estado de ánimo. No se encuentra en las personas que te rodean, aunque el tipo de vínculo que mantienes con otros por supuesto que te puede hacer feliz o infeliz.
Pero más allá del lugar en el que vives, tus relaciones, tu estado de salud o tus ingresos, hay un lugar en nuestro interior donde sucede la alquimia, o sea, la transformación de lo exterior en la experiencia interior. Y ese lugar es donde se determina qué tan personal nos tomamos las cosas, qué tanto nos preocupamos por la realidad externa, qué tanto nos presionamos ante el futuro.
Hay un lugar donde se lleva a cabo el filtro, ese lugar donde se hace una situación más grande de lo que es o donde no prestamos atención a lo que sí nos es importante. Y creo, sospecho, que es en ese lugar donde se determina qué tan felices nos podemos llegar a sentir.
Me imagino ese lugar como una mezcla de la mente y el espíritu, donde existe esa fuerza inherente que nos empuja a estar bien, que sabe que podemos estar bien, que nos impulsa a crecer, evolucionar y aprender. Es un lugar donde no hay juicios, exigencias, culpas, deberías o regaños. Es un lugar que va más allá de lo aprendido y sugerido, un lugar de vulnerabilidades auténticas, un lugar de conexión con quien realmente eres.
Y ahí, cuando llegas a ese lugar y te sientes, te sabes, más allá de palabras que te definan, más allá de tu historia, encuentras esa sensación de impermanencia, completitud y amor infinito. Una sensación de paz que quizás no te lleva a saltar en la cama, gritar de felicidad y sonreír todo el tiempo pero sí te lleva a la verdadera felicidad.
Esa felicidad que no depende de lo exterior, incluso, está presente en momentos de tristeza o miedo pues sabes que es parte de esta experiencia humana que eventualmente te dejará un aprendizaje. Sabes que las experiencias dolorosas te ayudan a trazar una y otra vez el camino que te lleva de regreso a ese lugar. Son recordatorios de lo que realmente importa para ti.
Ahí creo que se encuentra la felicidad, en esa paz de saberte completo, desapegado de los resultados y conectado contigo y con el mundo en el que estás. Aunque el mundo se torne gris, aunque las relaciones sean conflictivas, aunque esté lloviendo sabes porque lo has experimentado. Hay un momento en el que llegas a ese lugar y desde ahí conectas con otros. Recuerdas esa fracción de segundo de auténtica vulnerabilidad entre tú y otro ser y recuerdas de dónde vienes, quién eres, lo que importa.
Te saboreas esa sensación de silencio interior donde te sientes infinito, como si trascendiera el momento al espacio y al lugar en el que te encuentras y sabes que todo eso que hoy te preocupa es parte de una experiencia y que no te define, que pase lo que pase, estás a salvo, pues eres, en esencia, te sabes, te sientes.
Y aunque no vivamos ahí todo el tiempo y no conectemos desde ahí siempre con los demás, tienes el recuerdo de ese lugar que te acompaña, sabes que es ahí a donde te guías y te sientes en paz de saber que eventualmente lo volverás a experimentar. Que eso existe y está disponible para ti.
Entonces, con esas ganas de regresar ahí, vas suavizando tus relaciones, dejas de permitir cosas que sabes que borran el camino que te lleva a tu lugar de felicidad, evitas dañar tu cuerpo porque ves el resultado en cómo te hace sentir, empiezas a trabajar en tus vínculos y en tus emociones porque reconoces que no es afuera donde encontrarás la felicidad, sino en ese estado interior de conexión.
Buscas los espacios, las personas y los momentos que provoquen tal seguridad en ti, que te permitan abrirte, para que desde ahí puedas volver a reconocerte, conocerte un poco más, amarte y aceptarte en todas tus facetas y dimensiones, más allá de quien deberías de ser por tus títulos, tu apellido o tu cultura.
Más allá de lo aprendido, cuando te conectas contigo mismo en esencia y ves más allá de lo que sucede fuera, recordando que estás completo, conectado e infinito. Ahí creo que se encuentra la felicidad, en ese lugar que comprende que todo esto es simplemente la oportunidad que me lleva de regreso a recordar quienes somos en realidad.
¿Dónde dirías tú que se encuentra?
Te mando un abrazo.
Psic. Fabiola Cuevas.