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Convierte tu cuerpo en un aliado para superar la ansiedad

Te ayudará a conocer tu cuerpo y comprender a profundidad por qué sientes lo que sientes y qué hacer al respecto.

Hábitos saludables

Este es un artículo escrito por Nuria Gallego de laescritoradetuvida.com y estoy segura que te ayudará muchísimo para conocer tu cuerpo y comprender a profundidad por qué sientes lo que sientes y qué hacer al respecto. ¡Gracias Nuria por toda tu labor y por este artículo!

Llevaba toda la jornada con dolor en el pecho y en el brazo izquierdo. Estaba mareada.

Tras escribir la nota, me metí en la cama bastante angustiada; pasé unas cuantas horas en vela. Hasta que, al final, caí rendida.

Unas horas antes el médico me había garantizado que todo estaba bien. Pero no me fiaba. Sentía que la muerte me acechaba.

Desperté por la mañana y me sorprendí. No había muerto.

Seguía con pinchazos en el pecho y hormigueos en el brazo. Aunque ahora tenía claro que no me matarían.

Ese tipo de molestias se iniciaron cuando, durante 1 mes, usé anticoncepción hormonal. Como era habitual en mí, leí el prospecto y me horroricé con los efectos secundarios.

La posibilidad de tener un derrame cerebral o un ataque al corazón era bastante elevada en mujeres fumadoras. Entonces, yo lo era.

Con esa información tuve suficiente para que mi cabeza empezara a darle vueltas al asunto sin parar. Estaba asustada.

Pasé 28 días horribles con el anillo vaginal dentro. No sólo tenía miedo a una parada cardíaca, sino que las lágrimas me asaltabanen cualquier momento.

Me sentí tan mal durante todo el mes que decidí dejar los anticonceptivos.

Los llantos y la tristeza perenne aminoraron bastante, pero no las punzadas en el corazón ni las molestias en el brazo derecho.

Tras haber sobrevivido a una noche con ese malestar seguía preocupada, pero confiaba un poco más en mi cuerpo. Era como si me hubiera inmunizado después de haberlo sufrido tantas horas seguidas.

Unas semanas después, ocurrió algo nuevo. Estando en el trabajo, estallé. A raíz de un comentario de mi jefa que ya no recuerdo, empecé a llorar. No podía parar.

Fui al baño para calmarme, pero no había forma de detener las lágrimas. Me parecía absurdo lamentarme por un desafortunado comentario, pero la realidad era que me sentía fatal. Empezó la taquicardia.

Este mismo incidente, con algunas variaciones, se repitió diversas veces. Siempre terminaba en el hospital.

Allí me hacían un electrocardiograma, incluso me hicieron una ecografía del corazón, pero todo indicaba que estaba bien de salud. Sólo tenía las pulsaciones aceleradas, por lo que me recetaban un diazepam para relajarme.

No obstante, los síntomas siempre volvían. Decidí ir al médico de cabecera con todo el arsenal de pruebas que me habían hecho.

Tenía ansiedad.

Tus síntomas físicos son mensajeros de las emociones

Si tú también tienes ansiedad, es posible que veas tu cuerpo como un enemigo.

Sus síntomas son desagradables, te lo hacen pasar muy mal. Como los he vivido en mis propias carnes, te entiendo.

Con el tiempo he aprendido que tu organismo no es el adversario. En realidad, quiere ayudarte. Con esas señales físicas, te está avisando de que algo no va bien en ti.

Tus sensaciones físicas, ya sean fáciles o difíciles de asumir, es la forma en la que tu cuerpo te indica cómo estás viviendo tus emociones.

Porque las emociones se viven con el cuerpo.

¿Te has enamorado y has sentido las famosas mariposas en el estómago? ¿Te has peleado con un ser querido y has gritado o dado un portazo?

En ambos casos, una emoción ha despertado una reacción física en forma de movimiento o percepción interna.

El problema es que no estamos acostumbrados a dejar fluir nuestras inquietudes tal como vienen. Hemos crecido en una cultura que nos educa en la represión emocional.

Es decir, desde pequeños, aprendemos a esconder nuestras sensaciones porque no son bien aceptadas por nuestro entorno. Y, para hacerlo, usamos el cuerpo.

Por ejemplo, si de niño te dijeron frases como “no grites” cuando estabas enfadado, tuviste que refrenar esa expresión apretando las mandíbulas.

Al repetir esa tensión muchas veces, la interiorizaste de tal forma que ahora la sigues haciendo de forma inconsciente cada vez que quieres gritar de rabia.

Si ese es tu caso, es posible que acabes desarrollando bruxismo, que es el acto de apretar los dientes, causante de muchos dolores en la mandíbula o el cráneo.

Con la ansiedad lo que ocurre es que las emociones han quedado tan reprimidas que se ven obligadas a salir disparadas. Es como si tu cuerpo fuera una olla a presión: cuando ya no puede soportar más esos nervios generados, se ve obligado a expulsar violentamente las perturbaciones.

Entonces, aparecen las crisis de pánico o los síntomas más molestos y extraños en el cuerpo por la ansiedad.

Pero no te preocupes. Tengo 3 buenas noticias:

  • Esas manifestaciones físicas no van a matarte.
  • Si, en lugar de evitarlas, te permites escucharlas y les das un espacio dentro de ti, podrás descubrir cuál es el mensaje escondido tras ellas.
  • Cuando hagas los cambios que la ansiedad te está pidiendo, dejará de existir.

Para conocer esos mensajes, necesitas escuchar al cuerpo y, para ello, tienes que aprender a descifrar su lenguaje. En mi caso, las herramientas que me ayudaron, fueron la terapia de movimiento y la escritura.

 

Escucha a tu cuerpo con la terapia de movimiento y la escritura

La terapia de movimiento es un conjunto de técnicas corporales que te permiten entrar en contacto con tus sensaciones y tensiones. De esta forma las emociones que has vivido, pero no has permitido que salgan al exterior, aparecen para que puedas liberarlas.

Como te he comentado, cuando permites que tus sentimientos fluyan hacia afuera y los vives en toda su intensidad, consigues que dejen de acumularse dentro de ti. Así el efecto olla a presión desaparece.

Expresar las emociones es el primer paso para superar la ansiedad.

El segundo paso es reconocer qué quieren mostrarte esas inquietudes. Por ejemplo, si sientes que te enfadas muy a menudo en tu trabajo, necesitas saber de dónde surge esa rabia y qué tienes que transformar para que eso no ocurra tan a menudo.

Para ello, puedes usar la escritura. Si escribes después de estar en contacto con tu cuerpo, resulta más fácil descifrar su lenguaje. Él habla claro, pero usa metáforas; se expresa mediante cosquilleos, presiones, temperaturas, texturas, etc.

Al hablar de ello en un texto, puedes entender de donde vienen esas expresiones corporales.

Además, al enlazarte con tus percepciones internas, te anclas al presente. Es decir, al arraigarte en tu cuerpo y lo que acontece en él, te resulta más fácil alejarte de los pensamientos obsesivos.

Y, como quizá sabrás, esas perturbaciones mentales son las que, a menudo, desencadenan los ataques de ansiedad. Sin embargo, cuando tus pensamientos y sensaciones físicas dejan de ofuscarte, es más fácil vivir relajado.

3 ejercicios para cuando sientas ansiedad

Si te pasa como a mí, es bastante probable que, antes de que se desencadene una crisis de pánico fuerte, notes cierto estado de angustia.

Cada persona tiene su propia forma de manifestar ese estrés. Para algunas personas, tendrá forma de taquicardia o respiración acelerada. Otras sentirán que van a morirse en cualquier momento. Y otras se desesperarán con las ideas agolpándose en su mente.

Antes de seguir leyendo, tómate unos instantes para considerar qué te pasa en el cuerpo o en la mente unas horas o minutos antes de tener un ataque de ansiedad.

Para esos momentos, te presento 3 ejercicios que te ayudarán a relajarte y tomar distancia de la situación.

Los 61 puntos

La tensión puede producirse en distintos niveles:

  • Nivel muscular: comprende los músculos que controlas a voluntad.
  • Nivel autónomo: agrupa todas aquellas actividades corporales que diriges inconscientemente como la respiración, los latidos del corazón, el bombeo de la sangre, etc.
  • Nivel emocional: como su nombre indica, se relaciona con los sentimientos.
  • Nivel mental: sucede cuando no puedes parar de pensar en algo.
  • Nivel espiritual: se refiere a esos momentos en que no le encuentras el sentido a la vida, no tienes objetivos ni metas, etc.

 

La ansiedad es un estado de tensión permanente y continuado en el que todos los niveles están afectados. Y, por lo tanto, hay que relajarlos a todos.

Sin embargo, como te he contado antes, lo más visible acostumbran a ser los síntomas físicos de hormigueo, mareos, respiración acelerada o deprimida, taquicardia, etc.

Todas estas expresiones suceden por la alteración del sistema autónomo. Por eso, una buena forma de empezar es aflojar las funciones automáticas del cuerpo.

Para ello, te irá bien el ejercicio de los 61 puntos, que te explico en el vídeo que hay a continuación. Estos 61 puntos recorren el cuerpo en los lugares donde podrás distender el sistema autónomo.

 

Tus pies son la base

Una dificultad bastante habitual en las personas que padecen ansiedad es la poca o escasa conexión con la realidad.

La mayoría de personas se encierran tanto en sus angustias que les resulta difícil admitir que, en verdad, el mundo no es tan negro como lo imaginan.

Para poder revertir eso, es necesario que te arraigues. Es decir, que te sientas presente y anclado al mundo material.

A nivel corporal, hay una forma para conseguir ese estado: conectar con las piernas y los pies. Cuando notas esta parte de tu cuerpo, ganas seguridad en ti mismo porque tienes una base sobre la que sostenerte.

Y, por lo tanto, te resulta más fácil ver de una forma más objetiva tus emociones y pensamientos.

Para que puedas experimentarlo, te he preparado un audio.

Es un ejercicio de movimiento libre. Esto significa que, mientras lo estés escuchando, tienes que dejarte llevar por las instrucciones y moverte en función de lo que percibas.

Si quieres quedarte de pie, quieto, lo haces. Si quieres andar, andas. Si quieres bailar, bailas.

Para que la experiencia sea más satisfactoria, practícala en un momento y lugar donde no seas interrumpido. Si es necesario, pídelo explícitamente.

 

Confronta tu ansiedad

La escritura también puede resultarte una herramienta muy útil para descubrir cuál es el motivo latente que hay detrás de esos estados de angustia que atraviesas.

Para ello, quiero explicarte un ejercicio que a mí me resultó muy útil y me catapultó a la superación de la ansiedad.

Es parecido a la carta de la ansiedad que propone Fabiola, pero tiene una perspectiva diferente.

Se trata de que le escribas tú una carta a la ansiedad. Explícale las molestias que te provoca o ha provocado; cuéntale cómo te sientes cuando ella aparece; y pídele qué es lo que quieres que haga.

Cuando la prepares, permítete fluir libremente. Para conseguirlo, puedes probar de hacer uno de los dos ejercicios corporales que te he explicado antes.

Al terminar, busca una forma metafórica de mandar la carta a tu ansiedad. Haz algo que para ti tenga sentido.

En mi caso, fui a la Vall de Núria, donde está la virgen que lleva mi nombre (o, mejor dicho, yo llevo el del ella). Escribí la carta para la virgen sentada en la iglesia. Después, encendí una vela y escondí la carta tras un cuadro de la estatuilla.

No soy una persona religiosa. Sin embargo, para mí, ese acto simbolizaba mandar la orden a mi inconsciente de superar la ansiedad.

Tras ese ritual, conseguí un nuevo trabajo (que era lo que más angustia me causaba) y dejé de tener crisis de pánico.

La ansiedad es una oportunidad

Hace unos años, yo estaba igual que tú: odiaba mi ansiedad. Ahora le estoy agradecida.

Gracias a ella, empecé a escucharme a mí misma. Así, pude comprender algunos cabos sueltos que había en mi realidad.

Con ella, inicié varios cambios:

  • Aprendí a gestionar la tristeza y la rabia, emociones que siempre me habían causado muchos problemas.
  • Inicié un proceso de reinvención profesional que me llevó a crear La escritora de tu vida, a través del cual facilito herramientas de autoconocimiento mediante la terapia de movimiento y la escritura.
  • A nivel general, inicié mi viaje al autoconocimiento.

Este último punto es el que más valoro.

Porque cuando te conoces a ti mismo, puedes transformar tu vida para adaptarla a tus deseos.

Sin autoconocimiento, resulta fácil dejarte llevar por los pensamientos obsesivos, los malestares o reprimir las emociones difíciles. Pero, cuando te adentras en ellos, puedes comprenderlos y darles un sentido.

Desde esta perspectiva, todo lo que te genera ansiedad, es una oportunidad para aprender a gestionarlo. Es un regalo de tu vida o inconsciente (o como prefieras llamarlo) para que puedas mejorar aquello que te causa dolor.

Te aseguro que, cuanto más te conozcas, más fácil te resultará superar la ansiedad. Y, como te he explicado, escuchar al cuerpo es una buena forma de conseguirlo.

Así que, si tú también quieres conocerte a ti mismo, puedo acompañarte. Para ello, si te apetece, te regalaré el curso Primeros pasos para escuchar tu cuerpo, con el que aprenderás algunas herramientas para iniciarte en el autoconocimiento corporal.

Ahora te toca a ti. ¿Tienes alguna duda? ¿Qué has aprendido de tu ansiedad? ¿Cuáles son los síntomas físicos más presentes en ti? Sigamos la conversación en los comentarios.

Nuria Gallego Carbonell

Hace unos años, el dolor de cabeza, los cólicos menstruales y la ansiedad me perseguían. Todo cambió cuando aprendí que tenía todas las soluciones dentro de mí.

Mi cuerpo sabía qué necesitaba para superar mis malestares. Sólo tenía que detenerme a escucharlo. Para ello, la Terapia de Movimiento y la Escritura fueron mis dos herramientas básicas.

Si te apetece, puedo acompañarte en tu proceso de autoconocimiento. Suscríbete en mi web y te regalaré el curso Primeros pasos para escuchar tu cuerpo.

Enlaces:

Por último puedes escuchar este podcast Cómo mejorar la relación con tu cuerpo.

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