Ser pareja implica que están en el mismo nivel. Como podemos aceptarnos.
Al inicio de la relación te creaste una idea en tu mente de cómo “debe” de ser tu pareja para que sea digna de tu amor, y creíste que en realidad sí era de esa manera. Te sientes seguro y feliz de haber encontrado a esa persona y sobre todo a salvo de que esa persona te ama a ti.
Pasa el tiempo y te das cuenta que ese príncipe azul también tiene defectos, y que la princesa de color de rosa no siempre está bonita y de buenas.
Ahí es donde puedes empezar a frustrarte y querer controlar a tu pareja, todo con el afán de demuéstrate a ti mismo o a ti misma que sigue siendo el mismo de siempre y que tú estás a salvo de seguir a su lado.
Ante la más mínima señal de rebeldía de tu pareja o de autonomía, te pones nerviosa/o. Como si un cambio en tu pareja implicara un cambio en sus sentimientos o compromiso hacia ti.
Es ahí que empiezas a activar todas tus habilidades para controlar, espiar, chantajear o manipular a tu pareja para mantenerla siempre como a ti te gusta que sea, haciendo lo que tu aceptas que haga y diciendo lo que tú quieres escuchar.
El pronóstico ante esta situación es la ruptura, pues ningún ser humano vivo aguanta mucho tiempo vivir siendo controlado.
Principalmente por miedo a perderla, miedo a que si echa vuelo a la hilacha se olvide de ti y se vaya con alguien más. Crees que al controlarla tú defines lo que sucede con la relación y con sus sentimientos hacia ti, pero no es así.
Ser pareja implica que están en el mismo nivel, que los dos tienen los mismos derechos, que pueden ejercer su tiempo haciendo uso de su respectiva libertad.
Pareja es que van a la par, que mantienen una relación homogénea y equitativa.
Si eres mujer significa que no eres su mamá, tampoco su perfecta, jueza ni autoridad en ningún sentido. Repito, eres su pareja, no su mamá.
Y si eres hombre significa que no eres su papá, que le tiene que decir qué y cómo hacer las cosas, tampoco la tienes que cuidar celándola de otros hombres, como si estuvieran proponiéndola, ese era el papel de su papá y aceptó que esté contigo (de buenas o malas, pero aceptó)
Ser pareja implica apoyo al otro tal y como es, en lugar de control del otro para que sea como tú quieres que sea.
Ojalá que no te pase como el cuento de las águilas que con tal de estar juntas, amarraron su patas. Al amarrar sus patas, sus alas chocaban y no podían emprender el vuelo en búsqueda de comida y libertad, y aún así… decidieron estar pegadas una de la otra, aunque eso les implicara la vida.
Muertas… pero juntas.
Tú te enamoraste de tu pareja como el águila de la suya. La viste volando libremente, siendo auténtica y féliz. Viste a esa persona tan preciosa que decidiste atraparla y tenerla junto a tí, quizás hasta le quisieras poner una jaula con tal de admirarla todo el día.
Al hacer esto, tu pareja deja de ser esa persona de la que te enamoraste, y entonces, efectivamente, deja de ser el mismo de antes. Pero no porque haya cambiado, sino porque ha perdido su libertad, autonomía y autenticidad.
Así es que evita amarrarte a tu pareja y empieza a disfrutar de tu propia libertad, sin sentirte culpable por hacerlo, simplemente pongan las reglas del juego claras para los dos.
Atrévete a disfrutar de la belleza de la rosa sin arrancarla, de admirar un paisaje sin tomarle foto, de disfrutar de una obra de arte sin comprarla, de flotar en el agua sin querer agarrarla, de gozar a lado de tu pareja sin amarrarla.
No es necesario que controles o poseas lo que te gusta para disfrutar de ello, y mucho menos es necesario que controles a tu pareja para que te ame y seas feliz a su lado.
Tampoco es necesario que tu pareja sea igual que tú para ser digna de tu amor, al contrario, puedes crecer como persona a través de sus diferencias y expandirte a lugares donde no creías que podías llegar.
Y tú… ¿Qué necesitas empezar a aceptar de tu pareja?