Te quiero compartir un cuento extraído del libro El rey mendigo y el Secreto de la Felicidad de Joel ben Izzi.
Hace muchos años, en una aldea del norte de China, vivía un hombre que poseía un caballo espléndido. Tan bello era aquel caballo que la gente recorría leguas y leguas sólo para admirarlo. Todos le decían que era una bendición poseer un animal como aquél.
– tal vez – decía él -, pero lo que bien parece una bendición puede ser una maldición.
Un día, el caballo salió corriendo. Se marchó. La gente acudió a decir al hombre lo mucho que sentía su mala suerte.
– tal vez – dijo -, pero lo que bien parece una maldición puede ser una bendición.
Semanas mas tarde, el caballo regresó. No volvió solo, le seguían veintiún caballos salvajes. Según las leyes de aquél lugar, los caballos pasaron a ser de su propiedad. Se hizo rico con ellos.
Sus vecinos fueron a felicitarle por su buena suerte. – verdaderamente – le dijeron – has sido bendecido.
– Tal vez – dijo -, pero lo que bien parece una bendición puede ser una maldición.
Poco después, su hijo, su único hijo, tratando de montar uno de los caballos salvajes, se rompió la pierna. Los vecinos del viejo acudieron de nuevo a decirle cuánto lo sentían. Realmente, estaba maldito.
– tal vez – dijo -, pero lo que bien parece una maldición puede ser una bendición.
Una semana después, el rey llegó a la aldea llamando a filas a todos los jóvenes útiles para luchar contra las gentes del norte. Fue una guerra terrible. Todos los reclutados en aquella aldea murieron en la batalla. Tan sólo sobrevivió el muchacho que se había roto la pierna.
Desde aquél día, en la aldea, todos dicen:
“Lo que bien parece una bendición puede ser una maldición. Lo que bien parece una maldición, puede ser una bendición”.